¿Te sientes indigno de adorar? ¿Has encontrado excusas que te hacen no leer la palabra? Cuantas veces, aun siendo cristianos que hemos dado mucho por el Señor seguimos pecando y de tantas veces de decir que ya no lo haré más y lo seguimos haciendo en la soledad, donde pensamos que nadie nos observa, lo ocultamos de todos pero sabemos luego de hacerlo que Dios nos observa y ahí decaemos. Sentimos esa culpa que nos lleva, nos envuelve, ese sentimiento que nos muestra la basura que somos y no merecemos adorarle ni un segundo a nuestro Dios Todopoderoso. Y tomamos la decisión de no hacerlo porque Él no nos escuchará debido a la inmensa cantidad de veces que le hemos fallado.
Dejenme decirles que son en esos momentos de soledad espiritual, en la cual lo sentimos a Dios alejado, son los momentos que por mas que no lo sintamos o creamos que sea el mejor momento, es cuando debemos Adorarlo. No importa si no tenemos una buena voz o no hay una sinfonia acompañando, es con las lagrimas, con las voz entrecortada y sufrida, con el corazón hecho añiscos de la culpa o el dolor, son estos momentos que realmente adoramos en espíritu y en verdad humillados por nuestras faltas y pecados.
Es cuando decidimos levantarnos de la cama, aun sintiendo que será un mal día ya que en nuestro carne esta ese deseo de fallar y la debilidad que recorre nuestra alma, que fallamos y somos atrapados en el acto y llevados a juicio directo por reincidencia, sentenciados a muerte. Vamos caminando por los pasillos siendo abofeteados, con latigos que nos hacen sangrar, llevando esa cruz en las espaldas, cosechando los castigos de las faltas que sembramos, en ese momento vemos lo merecedores que somos de la muerte.
Realmente nos damos cuenta ahí, que somos indignos de adorarle, pero Él es digno de toda adoración, y nos creó para hacerlo, y que mejor momento que cuando nos humillamos, cuando aceptamos que somos inmerecedores de su amor y su perdón, es cuando más te escucha y Sonríe.
Adorémosle ese momento hagamos inaudible la voz del ladrón que maldice al inocente que fue crucificado a nuestro lado, a ese que tomo el lugar de un ladrón y asesino llamado Barrabás. Durante esta adoración es que no aguantamos al otro asesino de la vida que maldiga a ese pobre Hombre, al justo tomado como injusto. En ese momento vas oír su voz debilitada por la presión que tiene en los pulmones que te dice – Te veo más tarde en el paraíso-.
En ese momento la paz te llega, el perdón se hace presente pero no lo hace por tus actos que te hacen merecedores sino por Su Gracia. La misma gracia que olvido el pecado de David cuando este se humillo y entrego su corazón dolido, entrego su reino por no perder su intimidad con Dios. Es por eso que él Señor nos llama a pasar por la cruz, para aceptar nuestra culpa y su inocencia y así el puede derramar de Su Gracia sobre nosotros.
Y cuando hablamos de Gracia, allí se encuentra también la verdad, ya que aceptamos ante el público que somos pecadores, el valor cuando aun el miedo a como dejará tu imagen este ahí, la fortaleza para enfrentarnos a todos para defender a aquel que es inocente aun cuando la muerte nos esta llevando. La humildad cuando reconocemos que somos indignos de adorarle.
Dios anhela de adoradores que lo hagan en la felicidad como en la tristeza, en la salud como en la enfermedad, en la abundancia como en la escasez, para Él la adoración es una decisión de tomar votos, es un pacto, el cual debemos cumplirlo no importa la circunstancia, porque al cumplir nosotros con el pacto, Él cumplirá aún más con su parte.
